viernes, 12 de junio de 2009

Obsidiana Pamela

Una vez alguien dijo que "para mantener una verdadera perspectiva de lo que valemos, todos deberíamos tener un perro que nos adore y un gato que nos ignore," pero a pesar de esto y de cualesquiera otras cosas que digan por ahí de los mininos, sobre todo de los negros, un gato puede resultar una compañía tranquila y pacífica. A mi abuelita siempre le han gustado estos animalitos y dicen que cuando nací tenía más de cinco en la casa, por lo cual me crié rodeada de ellos aunque no lo recuerde y aunque hasta hace poco pensara que eran seres misteriosos y algo fríos.
Sin embargo, hacía tiempo tenía la idea de tener otra mascota, una que no dependiera tanto de salir a la calle y pudiera valerse por sí misma, no en sentido literal, claro. Así, se me presentó la oportunidad de dar asilo a una pequeña minina, negra como la noche, y cargada de un amor calmado, intenso y dulce.
Obsidiana Pamela tiene ya casi cuatro meses de vida y como dijo mi amigo Dave en días pasados es toda una tigresa de Oriente. Su porte es elegante y fuerte, calculado y meditativo, pero guarda tras sus ojitos brillantes una ternura sin fin y unos modales impecables. Sorpresivamente para mí, no me costó nada que supiera donde es su baño, su sitio de descanso y su lugar de comer, pues desde el primer día identificó los espacios designados para ella. Aprende rápido y me acompaña en todas mis actividades en silencio dándome una compañía que aprecio profundamente, pero también es capaz de pasar ratos animados conversando y regañando cuando quiere algo. Y si he podido comprobar una cosa de todas las supersticiones que ruedan por allí acerca de los gatos negros, es que definitivamente están inclinados a la meditación y la magia pues nada más de ver las cartas del Tarot, salta a la mesa y se sienta como la reina que es a estudiar las lecturas.