miércoles, 10 de junio de 2009

Coky Alejandro

Hace ya más de un mes he asumido el compromiso de cuidar a este pequeñín pues sus padres han marchado a tierras lejanas por un tiempo y ha sido una hermosa experiencia para mí. Hace ya casi tres años que mi propio pequeñín partió al mundo de las hadas y todo este tiempo había tenido una especie de temor a aceptar a otro en mi vida porque el puesto de aquel jamás podrá ser llenado por ningún otro. Sin embargo, esa lengüita larguirucha que se escapa de vez en cuando de la boquita es una de las cosas que me deja absolutamente enamorada de este peludo pequeñín.
Dentro de todo, como cada cosilla que toca mi vida, su misión ha sido recordarme algunas enseñanzas que, si bien están en mí, nunca estará demás afianzar y apreciar. Aunque muchos por ahí dirían que no es posible que un can nos enseñe algo a nosotros, la raza avanzada, yo percibo que no es así, pues todo aquello que nos rodea y está cargado de vida tiene el potencial de enseñarnos o recordarnos, de la manera más simple, las cosas más importantes.
Coky tiene una capacidad de entusiasmo enorme y pasa los días saltando alegre a cada paso que me acompaña, pero al mismo tiempo, su potencial de paciencia es admirable y cada actividad tiene su momento, el cual espera con alegría. Claro está, a veces se pone ansioso, refunfuña o pone esa cara de manipulación que me mata pero al final, siempre está dispuesto a mantener la calma y el entusiasmo que lo hacen tan dulce. Por otro lado, recibe a todos con cariño, moviendo su pedacito de cola y queriendo abrazar y recibir amor sin fin; nada ensombrece su receptividad y ganas de dar y estoy segura que si pudiera, abrazaría a todos por la calle para dejarles un poquito de su alegría. Se que a su manera, desde su percepción y atención divina, sabe lo agradecida que estoy por esta oportunidad de compartir con él estos meses, y como él, me quedaré en este momento hermoso sin pensar en que mañana llegarán sus papis para llevarlo de vuelta a casa…