Bodhidharma se fue a China hace 1400 años: Al entrar a China, llevaba uno de sus zapatos sobre la cabeza. Tenía un zapato en el pie y el otro sobre la cabeza. El emperador había venido a recibirlo. Se sintió incómodo: ¿Qué clase de hombre era éste? Había estado esperando tanto, mientras pensaba: “viene un gran hombre sagrado, un gran santo y sabio.” ¡Y ahora este hombre se porta como un payaso!
El emperador se sentía incómodo y molesto. Y, en la primera oportunidad que tuvo, le preguntó a Bodhidharma: "¿Qué estás haciendo? La gente se ríe, y también se ríe de mí por haber venido a recibirte. Y el modo en que te comportas no es manera de comportarse. ¡Deberías actuar como un santo!" Bodhidharma le respondió: "Sólo aquellos que no son santos se comportan como tales. Yo soy un santo. Únicamente quienes no son santos se comportan como tales."
Y es cierto, porque uno solo se preocupa por su conducta cuando no es espontánea. El emperador dijo: "No puedo entender por qué llevas un zapato en la cabeza. Pareces un payaso." Replicó Bodhidharma: "Sí, porque lo que se puede ver es siempre una payasada. Sólo lo invisible… Verte aquí parado como un emperador, ataviado con una vestimenta especial, coronado, es payasesco. Sólo para decirte eso llevaba mi zapato en la cabeza. Todo esto no es más que actuación y payasada. Lo real no está allí en la periferia. Mírame a mí, no mires mi cuerpo. Es muy simbólico que lleve un zapato sobre la cabeza. Yo digo que, en la vida, nada es sagrado ni profano. Hasta un zapato es tan sagrado como tu cabeza. Llevo este zapato como un símbolo."
Se dice que el emperador se impresionó, pero dijo:"¡Eres demasiado! Sólo quería preguntarte una cosa: ¿Cómo poner en calma mi mente? ¡Estoy tan impaciente, perturbado e intranquilo! Dijo Bodhidharma: "Ven aquí a las cuatro de la mañana y trae contigo tu mente. Yo te la calmaré." El emperador no lo podía seguir. Comenzó a pensar: “¿Qué quiere decir este hombre con esto de que lleve conmigo mi mente?” Cuando estaba bajando los escalones del templo en el que estaba Bodhidharma, éste le repitió: "Recuerda, no vengas solo. Si no, ¿a quién voy a calmar? Trae la mente contigo. Ven a las cuatro en punto, y solo: sin guardias ni compañía."
El emperador no pudo dormir en toda la noche. Pensaba: “este hombre parece un poco loco. Cuando esté allí, evidentemente, mi mente estará conmigo. Entonces, ¿qué es esa insistencia de que lleve conmigo la mente?” Por momentos, pensaba: “Es mejor no ir, por que ¿Quién sabe? Este hombre, a solas, puede empezar a pegarme o algo. No puedes creer… Y este hombre es imprevisible.” Pero finalmente decidió ir, por que el hombre ejercía un verdadero magnetismo. Tenía algo en la mirada, un fuego que no pertenece a esta tierra. Tenía algo en su aliento, un silencio que viene de más allá. Entonces, el emperador fue como hinoptizado, y lo primero que Bodhidharma le preguntó fue: "Bien, viniste. ¿Dónde está tu mente?" mientras estaba allí sentado con un gran bastón. El emperador dijo: "Pero si yo vine, mi mente vino conmigo. Está dentro de mí, no es como un objeto que puedo transportar." Entonces replicó Bodhidharma: "Bien, crees que la mente está en tu interior. Entonces siéntate, cierra los ojos y trata de averiguar dónde está. Sólo indícamelo y te la acomodaré. Con este bastón que tengo aquí, haré que tu mente se quede callada. No te preocupes."
El emperador cerró los ojos y trató de buscar, Bodhidharma se sentó justo frente a él. Lo intentó, y volvió a intentarlo y su rostro permanecía totalmente quieto.
Entonces abrió los ojos y Bodhidharma, sentado allí, le preguntó: "¿Pudiste encontrarla?" El emperador sonrió y dijo: "La has acomodado porque, cuanto más trato de encontrarla, más siento que no está allí. Era solo una sombra, que estaba allí porque yo nunca había incursionado por dentro. Era solo mi ausencia. Me hice presente en el interior y desapareció."
Fuente: Cuentos Zen, El libro de la Transformación de Osho.
El emperador se sentía incómodo y molesto. Y, en la primera oportunidad que tuvo, le preguntó a Bodhidharma: "¿Qué estás haciendo? La gente se ríe, y también se ríe de mí por haber venido a recibirte. Y el modo en que te comportas no es manera de comportarse. ¡Deberías actuar como un santo!" Bodhidharma le respondió: "Sólo aquellos que no son santos se comportan como tales. Yo soy un santo. Únicamente quienes no son santos se comportan como tales."
Y es cierto, porque uno solo se preocupa por su conducta cuando no es espontánea. El emperador dijo: "No puedo entender por qué llevas un zapato en la cabeza. Pareces un payaso." Replicó Bodhidharma: "Sí, porque lo que se puede ver es siempre una payasada. Sólo lo invisible… Verte aquí parado como un emperador, ataviado con una vestimenta especial, coronado, es payasesco. Sólo para decirte eso llevaba mi zapato en la cabeza. Todo esto no es más que actuación y payasada. Lo real no está allí en la periferia. Mírame a mí, no mires mi cuerpo. Es muy simbólico que lleve un zapato sobre la cabeza. Yo digo que, en la vida, nada es sagrado ni profano. Hasta un zapato es tan sagrado como tu cabeza. Llevo este zapato como un símbolo."
Se dice que el emperador se impresionó, pero dijo:"¡Eres demasiado! Sólo quería preguntarte una cosa: ¿Cómo poner en calma mi mente? ¡Estoy tan impaciente, perturbado e intranquilo! Dijo Bodhidharma: "Ven aquí a las cuatro de la mañana y trae contigo tu mente. Yo te la calmaré." El emperador no lo podía seguir. Comenzó a pensar: “¿Qué quiere decir este hombre con esto de que lleve conmigo mi mente?” Cuando estaba bajando los escalones del templo en el que estaba Bodhidharma, éste le repitió: "Recuerda, no vengas solo. Si no, ¿a quién voy a calmar? Trae la mente contigo. Ven a las cuatro en punto, y solo: sin guardias ni compañía."
El emperador no pudo dormir en toda la noche. Pensaba: “este hombre parece un poco loco. Cuando esté allí, evidentemente, mi mente estará conmigo. Entonces, ¿qué es esa insistencia de que lleve conmigo la mente?” Por momentos, pensaba: “Es mejor no ir, por que ¿Quién sabe? Este hombre, a solas, puede empezar a pegarme o algo. No puedes creer… Y este hombre es imprevisible.” Pero finalmente decidió ir, por que el hombre ejercía un verdadero magnetismo. Tenía algo en la mirada, un fuego que no pertenece a esta tierra. Tenía algo en su aliento, un silencio que viene de más allá. Entonces, el emperador fue como hinoptizado, y lo primero que Bodhidharma le preguntó fue: "Bien, viniste. ¿Dónde está tu mente?" mientras estaba allí sentado con un gran bastón. El emperador dijo: "Pero si yo vine, mi mente vino conmigo. Está dentro de mí, no es como un objeto que puedo transportar." Entonces replicó Bodhidharma: "Bien, crees que la mente está en tu interior. Entonces siéntate, cierra los ojos y trata de averiguar dónde está. Sólo indícamelo y te la acomodaré. Con este bastón que tengo aquí, haré que tu mente se quede callada. No te preocupes."
El emperador cerró los ojos y trató de buscar, Bodhidharma se sentó justo frente a él. Lo intentó, y volvió a intentarlo y su rostro permanecía totalmente quieto.
Entonces abrió los ojos y Bodhidharma, sentado allí, le preguntó: "¿Pudiste encontrarla?" El emperador sonrió y dijo: "La has acomodado porque, cuanto más trato de encontrarla, más siento que no está allí. Era solo una sombra, que estaba allí porque yo nunca había incursionado por dentro. Era solo mi ausencia. Me hice presente en el interior y desapareció."
Fuente: Cuentos Zen, El libro de la Transformación de Osho.