lunes, 21 de mayo de 2007

Leyes de vida y realidad cotidiana

Yo siempre he pensado que soy un individuo del mundo; simple, no me importan las fronteras, razas, géneros o religiones...

Cada día más veo con asombro y desilusión la manera en que el ser humano ha desembocado en una suerte de vicios que quebrantan las leyes de vida más elementales y sagradas de las 5 doctrinas más importantes del mundo. Y todo esto como consecuencia de una naturaleza egoísta, interesada, intolerante, irrespetuosa y definitivamente mucho menos inteligente de lo que se podría creer.
Como soy un ser atípico, veo el asunto desde mi fe particular, encontrándome prácticamente boquiabierta cuando aquellos que abrazan con más fervor su religión son quienes hacen más caso omiso de la palabra divina. Esto sin olvidar el papel de las instituciones religiosas que desde sus inicios también han apuntado a lo que más les conviene, olvidando la segmentación básica de los lineamientos: Amarás a Dios y a tu prójimo como a ti mismo.

Observando el comportamiento del hombre, a veces me pongo a pensar que Dios se olvidó de un asunto elemental y simple, y fue entregar a sus profetas un manual de procedimientos para la observancia de las leyes de vida por parte del ser humano.

En primera instancia, Dios no especificó si era Budista, Católico, Musulmán, Israelí o Hindú e, independendientemente de la persona que haya recibido por primera vez, de manera oral o escrita, una lista de actos apropiados o inapropiados para el comportamiento humano, la médula espinal de ellos es más o menos la misma. De manera que se podría concluir que Dios también es el mismo y resulta evidente que si hubiese dado una descripción completa de su esencia se habría evitado una gran cantidad de problemas, matanzas, invasiones, guerras y disgregaciones en su nombre.

Por otro lado, también se olvidó de definir expresamente el concepto de prójimo, dejando claro que no es sólo la raza humana sino toda vida sobre la tierra (y hasta fuera de ella). En este sentido, Dios también indicó no matar y no robar, pero sin especificar a qué o a quién no se mataría o qué o a quién no se robaría por lo cual el hombre dejó fuera a los demás seres vivos que lo rodean. Esto lleva a pensar que si Dios hubiese sido más explícito en su definición del prójimo se habría salvado a la tierra de tantas extinciones, cacerías y devastaciones, además del calentamiento global, bajo la mano inconsciente del ser humano.

Sin embargo, no estoy yo por culpar a Dios de omisión; muy por el contrario, creó un mundo perfecto donde todo funciona con un balance y ritmo excepcionales, de manera que su esencia y sus leyes de vida fueron plasmadas totalmente sobre la faz de la tierra y la inmensidad del universo. Lamentablemente, sólo la raza humana pareciera necesitar un manual de procedimientos detallado para entender la realidad divina, vivir en armonía y respetar lo que Dios ha creado a su imagen y semejanza.