lunes, 31 de agosto de 2009

Orgullo

Entre muchas conversaciones con personas maravillosas que comparten mis experiencias recientes he llegado a liberar un poco uno de los defectos más grandes que he encontrado en mí misma y que me ha costado liberar: El orgullo. Pues sí, aún cuando no lo parezca, es algo que me ha limitado en algunos momentos de mi vida y me ha hecho dejar pasar algunas oportunidades, y al final, me he dado cuenta que en realidad no sirve para nada.

Dando forma a lo que siento y pienso, leí algo que deja entrever una verdad inconsciente acerca de ello, y que representa muy bien esta liberación interna. Si miramos el cielo en una noche estrellada, el orgullo nos hace sentir solos, nos hace lamentarnos de estar allí solos sin alguien con quien compartir nuestra visión de las estrellas; sin embargo, si logramos deshacernos de él, podemos sentir que todos y cada uno somos parte de esa noche estrellada y que por lo tanto, no estamos solos.
De esta manera, dejando a un lado el orgullo, podemos sentir que sin importar el tiempo o la distancia física, todos formamos parte de la noche estrellada, la disfrutamos, la compartimos y, en ella, somos parte de un todo más grande. Cualquiera sea nuestro género, color de piel, religión, posición social, virtudes o defectos, el conjunto de características que nos marcan no son más que parte del orgullo que nos impide ver que somos uno sólo contactando con los otros en la noche estrellada, el planeta y el universo.
El orgullo es entonces una simple incapacidad de darnos cuenta que nuestro ser forma parte de algo simplemente maravilloso, pues no necesitamos el orgullo para apreciar la vida y nuestra pequeñez ante la inmensidad del universo. El orgullo es el amor propio del ego que ha llegado a creer que es real, es el miedo a admitir que somos demasiado pequeños para hacer algo realmente importante ante los ojos de esa inmensidad.
Y la verdad es que nada debe ser hecho; a ella no le importa quienes somos, ni lo que tenemos, ni lo que hemos hecho, sólo le basta con sentir que podemos disfrutarla así como somos, conectándonos más allá, con todo el planeta, el universo, y el amor.