Ya han pasado dos años aunque para mí sigue aquí... y seguirá, siempre. En esta Semana Santa recordaré su legado muy especialmente.
02 de abril de 2005
Estas palabras son pocas para describirlo, pero quisiera, en un pequeño espacio, compartir mis pensamientos acerca de este gran hombre. En este día mi corazón se detuvo por unos instantes ante la partida de un ser extraordinario, una persona que merece ser recordada por siempre como ejemplo de fortaleza, caridad y amor. A pesar de mi poca creencia en la institución que representaba, por razones que sería extremadamente polémicas de explicar, no puedo negar mi fe, y mi admiración por él. Para quienes alguna vez lo vieron en persona y para aquellos que pudieron percibir su luz, es inevitable decir que en realidad era un ser espiritual, especial y magnífico. Para mi, claro está, ha sido el único Papa que he conocido, o más bien que recuerdo, y por ello ha marcado la historia particular de mi vida y de mi religión. Aquí, a tantos kilómetros de distancia de su hogar, tuve el gran privilegio de que él me visitará y poder oír sus palabras; después tuve nuevamente la oportunidad de escuchar su mensaje al ser yo quien lo visitara en su gran iglesia, hace menos de un año. Viendo hacia atrás, y salvando la distancia, siento que tuve la hermosa posibilidad de verlo tres veces en mi vida...
Un poeta, un religioso, un hombre de paz y amor... Aquel que ayudó a las personas segregadas y perseguidas en tiempos de guerra, que tuvo la fortaleza levantarse por su país en una lucha incansable por los derechos de sus compatriotas, que perdonó a quien quiso quitarle la vida y le dejó con muchos sufrimientos por tantos años, que pidió perdón a otras religiones por los errores cometidos por su institución en tantas oportunidades, que aceptó los preceptos de otras creencias y buscó el acuerdo y la aceptación con ellas. Un hombre que hizo y dio tanto, y que en su calidad humana no pudo hacer más por razones obvias, pero que seguramente si hubiese estado en capacidad de hacerlas, las habría hecho. Al verlo orar, en muchas oportunidades, se ponía en evidencia cierto aire de frustración ante las limitaciones físicas por no poder hacer y dar más.
Aunque sabía que algún día él tendría que partir, tenía la impresión de que, de alguna manera, podría haber sido un ser físicamente inmortal; ahora será eterno por su legado, sus mensajes, sus obras y su imagen que siempre estarán en nuestra memoria. Para mi será el único Papa, que en sus actos y con su presencia llevó el perdón, la aceptación y el amor a cada lugar al que fue y que, seguramente, se mantendrá vivo en muchos corazones, no sólo de esta religión, sino también de otras.
Él siempre será el amigo, el peregrino y el grande: Giovanni Paolo II. ¡Qué Dios lo bendiga!