miércoles, 4 de enero de 2017

Ciudadana del mundo

Muy pequeña emigré a una tierra de sol y alegría que hoy se desangra en el dolor de la corta memoria histórica de sus habitantes, y que ha dejado de ser por mucho un lugar de oportunidades para convertirse en lágrimas e injusticia. Aquí aprendí a bailar ritmos caribeños, al calor humano de su gente, y a patear su suelo y conocer cada rincón mágico que ofrece.

Pero me fui, retorné a mis raíces sureñas donde hay frío y una memoria tan arraigada, que las cicatrices de hace casi medio siglo aún están intactas, la tierra donde nací, que hoy es para mi un lugar desconocido y con el cual no logro identificarme, pues falta honestidad y justicia, como en gran parte de este continente Latinoamericano.
Y al final me siento una paria, sin tierra y sin una conexión real con mi entorno. Mis documentos dicen que soy de aquí, pero mi corazón se siente de allá, y reitero mi pensamiento de tanto tiempo: No somos de un lugar, somos del mundo. Como dijo Yanni en su concierto del Acrópolis hace muchos años, desde el espacio vemos la tierra y nos damos cuenta que en realidad no hay fronteras.
Las divisiones, como muchos males del mundo, son creadas por el hombre, sin darse cuenta que verdaderamente somos seres del universo, seres de luz que no conocen límites, encerrados en un mundo que cada día, nos deja más separados.
Soy una ciudadana del mundo, aunque no pueda recorrerlo libremente…