lunes, 18 de agosto de 2014

Williams, Cobain y el Papa

A propósito de la reciente partida del gran Robin Williams, quien marcó gran parte de mi infancia y adolescencia, por no decir años recientes, gracias a sus capacidades histriónicas y humor retorcido, aparte de su inmensa sensibilidad y amor al prójimo, hoy, escuchando al talentoso Curt Cobain, quien también dejó su huella en mi vida por medio del movimiento Grunge de los 90, me vino a la mente un recuerdo perdido de hace unos años. Y me pregunté que diría el Papa Francisco al respecto. Parece que no tuviera sentido, un actor, un cantante y el Papa, pero en mi retorcida capacidad de crítica, lo tiene, totalmente.

Todo sucedió un día en que visitaba a unos conocidos y nos encontramos tocando guitarra y cantando a todo pulmón en la sala de la casa al caer la noche, cuando se me ocurrió, lo que después me daría cuenta fue una terrible idea, preguntar al chico de la guitarra si sabía tocar una canción de Nirvana. El silencio de la sala fue abrumador y hasta me asusté, sin comprender que cosa horrible había dicho, dadas las caras estupefactas que me observaban con ojos echando chispas. Sin embargo, luego de la respuesta que recibí, la estupefacta con ojos de fuego fui yo: “un católico no toca música de un suicida”… En el momento quise refutar tan, a mi parecer, ridícula, prejuiciosa y desagradable observación, pero luego de pensarlo un instante, me di cuenta que, definitivamente, estaba en el lugar incorrecto compartiendo con gente totalmente fanática y carente de todo entendimiento.
Hoy, pues, analizando la vida del tan querido Robin Williams, por demás opuesto al carácter de Curt Cobain, recordé a esta gente, a quien dicho sea de paso nunca más vi en mi vida, y me dieron ganas de ir a preguntarle al Papa Francisco si estos dos hombres que tanto legado han dejado al mundo mediante su trabajo y obras de caridad, por una debilidad de carácter, enfermedad, como la depresión o la dependencia química, respectivamente, merecen ser vedados por completo por los seguidores de la fe católica por haber sucumbido a la debilidad de un suicidio.
Ciertamente, siendo católica, y viviendo bajo sus preceptos de amor al prójimo, compasión y respeto bien canalizados, y teniendo tanta admiración hacia cualquier otra religión o fe que base sus creencias en esos mismos preceptos universales, me queda un poco de recelo ante alguien que atente contra la vida de cualquier ser vivo, incluyendo la vida propia, pero no puedo entender que por un hecho como ese tuviera que dar la espalda por completo al legado que hubieren dejado.
Muy por el contrario, en un triste ataque de lástima y compasión humana, podría no más que sentir empatía por el sufrimiento y el dolor de ellos, un vacío tan enormemente profundo que les llevo a tomar una decisión tan dura y egoísta. Creo que el Papa Francisco, como cabeza de nuestra fe, me diría que es justamente eso, la compasión, lo que debería prevalecer por encima de todo, pues ni él, mucho menos yo, una simple mortal humana con defectos, podríamos pasar por jueces y condenar al olvido y la vejación a dos de tantos que han atentado contra sus vidas.
Finalmente, me quedo aquí con la duda si esas personas fanáticas que se hacen llamar católicas y seguidoras de nuestra fe, pero tan carentes de compasión y tan llenas de prejuicio, el día de hoy también han dejado de ver las películas de Robin Williams así como un día dejaron de escuchar a Nirvana.