domingo, 18 de abril de 2010

Desequilibrio amoroso

La mayoría de los hombres son tan egoístas – y esto no es una crítica sino una simple reflexión de la naturaleza masculina – que difícilmente pueden darse cuenta de la importancia que tiene para una mujer sentir apoyo y sentir que sus necesidades están siendo satisfechas. Por otro lado, las mujeres son tan poco egoístas – y esto tampoco es una crítica sino una reflexión de la naturaleza femenina – que difícilmente pueden darse cuenta de la importancia que tiene para un hombre sentir amor y que le necesitan.
Así, los hombres van por el mundo con su egoísmo de miles de años utilizando a las mujeres para sus fines egoístas de conquista y satisfacción personal, sin darse cuenta que en el fondo lo que buscan es ese amor perfecto que los necesite. De la misma manera, las mujeres van por el mundo con su estigma de miles de años siendo utilizadas por los hombres sin ser apoyadas y sin encontrar quien satisfaga sus necesidades. El influjo del egoísmo de los unos y las carencias de las otras, les hace olvidar el verdadero fin del amor, una naturaleza divergente que podría complementarse en lugar de crear conflictos – y que se ve atizada por las experiencias previas de ambos, esas que nadie toma en cuenta, haciendo que todo se haga más complicado de lo que realmente es.
Las raíces de este problema van aún más allá, porque cuando una mujer se siente confundida, utilizada, anulada o desesperada sólo necesita una mano amiga y un oído atento; necesita por encima de todo sentir que no está sola, que vale mucho y que es apreciada y respetada. Pero los hombres no se dan cuenta porque cuando ellos se sienten así lo único que quieren es estar solos, distraerse y no ser necesitados en absoluto. De manera que siguen aplastando a la mujer en la continuidad de su sentimiento de minusvalía.
Por otro lado, cuando una mujer comparte lo que siente no está quejándose ni queriendo juzgar ni agobiar a nadie, simplemente está pensando en voz alta y compartiendo lo que pasa dentro de ella para aliviarse, encontrar un sentido a lo que no entiende y asegurarse que si es apreciada y respetada. Cuando un hombre calla no está menospreciando a nadie, simplemente está aclarando dentro de sí mismo el temor que tiene a ser amado y necesitado por una mujer, porque cree no merecerlo.
Finalmente, el establecimiento de reglas y de recibir es algo bastante difícil para hombres y mujeres. Las mujeres se muestran a menudo temerosas de establecer que necesitan y de ser entonces juzgadas o abandonadas porque es algo que está tan arraigado en su inconsciente que mantienen la creencia de no merecer más, de no tener voz para decir lo que queiren. Los hombres se muestran a menudo como seres de poder y competencia porque su miedo más grande es no ser lo suficientemente buenos o ser incompetentes en su búsqueda del amor, el sólo hecho de intentar dar llevaría al fracaso, y esta creencia está tan arraigada que se vuelven incapaces de siquiera probar. Así, al creerse no merecedoras de recibir, las mujeres comienzan a rechazar a los hombres desde su naturaleza femenina y temerosa y cuando los hombres reciben este mensaje de desconfianza se sienten rechazados y desmoralizados. Y al ser incapaces de dar, los hombres se vuelven más egoístas, centrándose únicamente en sí mismos y sus deseos, haciendo que las mujeres sigan sintiéndose cada vez más utilizadas y abandonadas.
Estos sentimientos de desesperación y desconfianza por parte de ambos transforman las necesidades validas del amor y el balance entre dar y recibir en expresiones desesperadas de carencia y poco mérito por parte de las mujeres, a las que extrañamente los hombres reaccionan sintiéndose muy estimulados por el hecho de ser necesitados, pero muy desanimados ante la necesidad que ellos mismo han ido alentando desde su incapacidad de dar y amar. Aún así, ninguno quiere entender que sí se puede encontrar el amor que se ha estado buscando y que sí se puede encontrar el apoyo que se necesita y todo esto se vuelve un espejo tan mágico, que si pudieran verlo claramente dejarían de hablar sin parar la una y de callar sin sentido el otro, de sentirse utilizada ella e incapaz él, de ser víctima y tirano, para amarse en sus diferencias perfectas.

Inspirado en el libro Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, John Gray.