martes, 5 de mayo de 2009

Compañía

Cada noche vienes a mí, a visitarme en estas visiones que tengo de ti, con esa seguridad certera de no saber ni que decir y con la incertidumbre marcada al verme sonreír. Llegas, como siempre, sin llamarte, justo antes de dormir, cuando en mi oraciones pido a los ángeles por ti, para que guarden tu camino y el aliento de tu vivir, para que te protejan siempre y cuiden tu porvenir.

Y entre mis sueños yo te siento, abrazarme fuerte, como sueles hacer a cada momento, sin dejar que me aleje o que se vaya este sentimiento, que guardamos en el alma con cada pensamiento. Duermes, como siempre, atándome a tu cuerpo, perdido y tranquilo entre mi nuca y mi cuello, dándome seguridad y calor en medio del silencio, arrullándome suavemente con tu aliento.
Cada madrugada estás aquí, y me haces dudar si será verdad que te siento, porque quieres estar en mí o porque yo simplemente te invento, porque te percibo, como siempre, tan real así que es imposible que un pensamiento pueda abrazarme a mí como lo haces en mis sueños.