Mi mandala de siempre, el primero que pinté en mi vida, el que me recuerda los colores que debemos tener en nuestro corazón, un balance de intensidades y áreas que explotar para nuestro beneficio.
Una flor simétrica y equilibrada, que contiene en cada uno de sus pétalos la sabiduría de nuestro espíritu. Una estrella de David, cargada de fe y esperanza y rodeada por la energía que nos protege desde dentro, la cual es, finalmente, la única realidad que nos llena. Y los símbolos mágicos del oráculo ancestral de Odín, primer Dios y Rey que con su sacrificio nos dio a todos el don de la comunicación a través de los símbolos Rúnicos.
Una flor simétrica y equilibrada, que contiene en cada uno de sus pétalos la sabiduría de nuestro espíritu. Una estrella de David, cargada de fe y esperanza y rodeada por la energía que nos protege desde dentro, la cual es, finalmente, la única realidad que nos llena. Y los símbolos mágicos del oráculo ancestral de Odín, primer Dios y Rey que con su sacrificio nos dio a todos el don de la comunicación a través de los símbolos Rúnicos.