sábado, 13 de noviembre de 2010

El camino Daishonin

El ser humano es capaz no sólo de una gran nobleza sino también de una violenta crueldad y esta capacidad para dirigir la orientación de nuestras acciones es una de las características que lo distinguen en el reino animal. Se pueden encontrar ejemplos de las nobles posibilidades del espíritu humano en casos tan cotidianos como el de la voluntad de una madre por sacrificar sus ambiciones personales en pro de sus hijos, o en un acto de amabilidad espontánea entre extraños, simplemente por el altruismo hacia la felicidad del prójimo.
Sin embargo, esas mismas posibilidades pueden volverse a las oscuras corrientes de la vanidad, el egoísmo, la intolerancia y el desprecio en casos tan cotidianos como el abandono de nuestros ancianos o la desidia hacia el tiempo y las intenciones de los demás. Para entender ambos extremos de tales posibilidades basta con examinar las experiencias de personas comunes que se unen cada día a actos humanitarios o se ven atrapadas por el arrasante infierno de las guerras. La simple orientación nuestros actos es lo que determina si creamos sociedades abundantes en felicidad y dignidad, o mutiladas por conflictos y temores. El budismo, en términos generales, analiza las potencialidades duales de la vida profesando que todas las personas, sin excepción, poseen la naturaleza de Buda, la base para un ilimitado potencial positivo, y que puede lograr que la vida se transforme en una experiencia maravillosa. El Sutra del loto, cosiderado por Nichiren Daishonin como la enseñanza que condensa la esencia de la iluminación de Buda, ofrece una respuesta simple:

La historia del bodhisattva Jamás Despreciar, contada por Shakyamuni.

“Según aparece descrito en el Sutra del loto, Jamás Despreciar vivió en el pasado remoto, con la práctica de inclinarse en reverencia ante toda persona con la que se encontraba y alabar la naturaleza de Buda inherente a ella. No obstante, esto sólo provocaba violencia e insultos pues las afirmaciones de Jamás Despreciar, sin duda alguna, desafiaban los paradigmas de la vida profundamente arraigados en las personas. Pero esas reacciones, no lograban perturbar las convicciones de este personaje que simplemente se retiraba a una distancia segura y repetía su reverencia, honrando el potencial para el bien que anidaba dentro de sus enemigos. Con el tiempo, como resultado de estas acciones, la condición humana de Jamás Despreciar llegó a brillar a tal punto que quienes lo habían despreciado se sintieron impulsados a convertirse en sus discípulos, para así entrar al camino por el que ellos mismos podían lograr la Budeidad.”

Después de relatar la historia, Shakyamuni reveló que Jamás Despreciar era él mismo, en una existencia previa. Al respecto, Nichiren escribe: “El corazón de todas las enseñanzas de la vida de Buda es el Sutra del loto, y el corazón de la práctica del Sutra del loto, se encuentra en el capítulo ‘Jamás Despreciar’. Pero ¿qué significa este profundo respeto del Bodhisattva Jamás Despreciar por las personas? Aunque el budismo suele ser considerado una filosofía muy abstracta, en la práctica está lejos de serlo porque la descripción de la naturaleza de Buda no se encuentra en la teoría sino en el comportamiento de ese humilde Bodhisattva. Un Buda no es un ser extraordinario, simplemente es una persona que está profundamente consciente del potencial positivo que yace dentro de su propio ser y dentro de los demás y lo respeta profundamente. Nichiren también aclara que el respeto por los demás constituye la esencia de la práctica budista y la manera en que los seres humanos deben comportarse. Sin embargo, ese respeto no se limita a una consideración pasiva de los demás sino que es un valiente compromiso por respetar las ideas, participando en armonía en un compartir de pensamientos; respetar el tiempo, apreciando la dedicación y cumpliendo con los acuerdos; respetar la independencia, aceptando el espacio individual. Aunque simple en su formulación, esa actitud representa en la práctica el camino más desafiante pues no siempre se logran respetar las ideas, tiempo e independencia de los demás y se acaban imponiendo críticas hacia aquellos con lo que no se está de acuerdo, dejando a otros esperando sin sentido y allanando las libertades personales. No obstante, el esfuerzo requerido es, precisamente, la energía fundamental que puede originar una transformación positiva de la sociedad basada en el respeto y la bondad de Buda. Como da a entender Daisaku Ikeda, la clave para que florezca el humanismo profesado en las enseñanzas budistas es la absoluta convicción y compromiso en la bondad esencial del ser humano y la dedicación a cultivar esa bondad, tanto en uno mismo como en los demás, a través del respeto mutuo.

NAM-MIOJO-RENGUE-KIO.

Fuente: www.sgiv.org