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Conocerlos y trabajar con y para ellos ha sido para mí una experiencia excepcional pues cada día y con el paso del tiempo, he sido testigo de su crecimiento a nivel académico y personal. A veces, sin decirlo, me he sentido tremendamente asombrada e infinitamente contenta al darme cuenta que han ido adquiriendo destrezas invaluables en el uso del inglés, que ya comprenden tanto, que son capaces de hablar, leer y escribir a un nivel más avanzado que cuando comenzaron a estudiar conmigo.
Igualmente, admiro cada personalidad, unos más relajados, que me han hecho darme cuenta de lo valioso que puede ser a veces tomarse las cosas a chiste y vivir el día a día sin preocuparse mucho; u otros tan inteligentes que apenas es necesario darles las herramientas para desarrollarse. Los hay distantes y callados, aquellos que me hacen dudar de si el día de mañana sabré de ellos; y los cercanos, que expresan su cariño en cada abrazo y mirada.
Muchos ya irán a otros horizontes y continuarán sus vidas y eso también me llena de alegría pues están listos para seguir adelante y continuar creciendo, como yo también lo haré con otros alumnos que llegarán a mi vida. Sin embargo, todos y cada uno de ellos, los que han estado antes y los que estarán después, tienen de por vida un pedacito de mi, de mis enseñanzas y de mi corazón.
Agradezco infinitamente a la vida por ponerlos en mi camino, a sus padres, en el caso de los chicos, por la confianza depositada en mí para la educación de sus hijos, por haber estado aquí y por todo lo que también aprendí. Apenas a unas semanas de finalizado este año escolar, ya los extraño un montón, pero la gente va y viene. Los recuerdos, sin embargo, son eternos, así como mi agradecimiento y cariño.